El miedo modifica el tejido social

La violencia sistémica coloca a la mayoría de los ciudadanos en un estado de vulnerabilidad sin precedentes, en el que el individuo es obligado a iniciar una lucha contra lo desconocido (el vecino que causa sospechas, el extraño que camina atrás de ti en la calle, o el conductor de un Uber).

Y aunque a la figura del miedo no le conocemos rostro, engloba en sí al secuestrador, al sicario, al violador, al feminicida, al homicida.

Estas figuras del miedo pueden estar ocultas en cualquier lugar, ya sea entre los conocidos como entre los extraños, todos encarnan una amenaza cuya deslocalización aumenta el miedo.

Este peligro difuso, al no tener una identidad y lugar concreto, intensifica la sensación de miedo.

Los sentimientos colectivos y subjetivos de miedo y terror que recorren el territorio mexicano no son representaciones individuales sino interpretaciones de los acontecimientos objetivos que trastocan el curso de la historia y el tejido social.

El miedo a ser asesinada, o a que un ser querido sea asesinado, el miedo a ser secuestrada ,el miedo a ser embolsada, el miedo a ser levantada. La emoción pasa a ser un eco del acontecimiento, sea pasado, presente o futuro.

El miedo se cristaliza en la relación del individuo con el mundo, proveyendo de marcos interpretativos y evaluativos. Se trata de un miedo siempre presente y constante, pues las cifras de desaparecidos no deja de aumentar y los militares no paran de desplegarse por las calles.

El miedo toma entonces la forma de una molestia difusa e intermitente, pues todas debemos seguir con nuestras vidas a pesar del terror; el miedo se convierte así en una compañía habitual que tratamos de olvidar mientras caminamos solas por las calles tapizadas con fichas de búsqueda.

Ese miedo omnipresente es la sensación térmica que impera en todo el país.

Todos estos miedos son compartidos, miedos que a veces se vuelven reales cuando lo temido sucede. Y en ese momento el individuo que los experimenta pasa a ser catalogado bajo un término psicológico que trata de explicar cómo su subjetividad ha sido intervenida por la violencia:

Síndrome de estrés postraumático, ataques de pánico, depresión, ansiedad, etiquetas que tratan de hacer parecer el sufrimiento subjetivo de un cuerpo a una dificultad individual como un síndrome o un trastorno, cuando en realidad está profundamente relacionado con el tejido social.

En esta situación, las interacciones con los demás inevitablemente se ven afectadas por la falta de confianza, dando lugar a la "paranoia" como una característica que crea vínculos sociales.